La falta de elemental solidaridad, la avaricia, la intolerancia y los mesianismos amenazan nuestra vilipendiada democracia con los peores males de la mente y de la actividad humana.
La contaminación de la naturaleza ha dejado de ser un arma demagógica arrojadiza para convertirse, no más allá de la mitad del Siglo XXI, en la mayor amenaza para la supervivencia de todos los seres vivos.
Si el actual gobierno no toma desde ahora medidas dramáticas, empezando por moderar, no sin evidentes sacrificios, el actual consumo energético, habrán hipotecado el futuro del planeta.
La escasez de alimentos, la improductividad de la tierra, la insuficiente agua potable en relación con el crecimiento demográfico, son otra grave fuente de inestabilidad, que a su vez guarda relación con la economía, las finanzas y el comercio internacionales, que nos meterán en otra nueva fase de recesión.
Estos y otros muchos problemas inciden cada vez más en los gobiernos de los países, que se ven obligados a buscar soluciones transnacionales, comunitarias. La primera revolución global revisa la problemática mundial y propone respuestas concretas ante la gravedad de la situación: debatir en torno a una Declaración Universal sobre los Deberes del Hombre, que resalte y dé mayor sentido a la primera declaración sobre los Derechos Humanos, porque todos estos derechos no se podrán lograr plenamente si no asumimos todos nuestra responsabilidad individual y colectiva acerca de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo. Y, aún más, frente a aquellos que han de nacer en el futuro, y que sólo tendrán una oportunidad similar a la nuestra si les dejamos un mundo justo, en paz y una biosfera protegida ven vez de destruida por nosotros mismos.
Además, si no se respetan de una vez, y por parte de todos los principios que impone la ética, por encima de avaricias y fanatismos, acabaremos de poner al ecosistema en irreversible zona de peligro. Debatamos con realidades y no con consultas patito, por qué no debe construirse el tren Maya. Nuestro silencio se haría cómplice de un ecocidio sin precedentes.
Entonces, nuestra máxima responsabilidad es preparar un futuro digno y viable para todos.
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