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El concepto «gobernabilidad» es un término que desde hace unos años se ha vuelto popular en nuestro idioma, especialmente en el ámbito político. A final de cuentas se traduce en la facilidad que se presenta para que una sociedad o un Estado pueda ser dirigido en términos estables, es decir, es lo que le permite a una administración concretar sus planes y políticas de gobierno porque existe por parte de la sociedad una aceptación y reconocimiento de su autoridad.
Si una sociedad ve que las instituciones son eficientes, transparentes, legítimas y existe un compromiso con el bien común, entonces la sociedad aceptará en su mayoría la forma de gobernar. Ahora bien, existe gobernabilidad porque están presentes una serie de factores que dan espacio para que la acción de gobernar sea efectiva.
¿Hay gobernabilidad en México? Es evidente que muchos factores la merman. Nos encontramos ante una nueva forma de gobierno, cambio de estafeta, cambio de ideología y un gobierno federal que tiene como eslabón principal la Austeridad Republicana. Suena esperanzador; sin embargo, hoy nos encontramos con un país rezagado: la impunidad, el nivel de corrupción a todos los niveles, la incredulidad en las instituciones, la pobreza creciente, la falta de visión histórica de la política que ha caído en un pragmatismo ramplón, ha mermado el optimismo de los mexicanos. Por otro lado, si no hay seguridad —una prioridad del Estado— las expectativas para el futuro se vuelven más nebulosas.
Los mexicanos aspiramos a una democracia igualitaria en términos económicos, políticos, sociales y culturales; sin embargo, con una delincuencia organizada violenta, que además del tráfico de drogas, extorsiona y roba, hace de México una sociedad sin rumbo y acierto, en donde las Instituciones Federales y Estatales han quedado rebasadas. Es obvio que con situaciones como estas, difícilmente hoy, hay gobernabilidad.
¿Cuáles son las opciones? Respetar al Estado, como uno plural, democrático y de derecho dentro de un concepto de nación que tome en cuenta la gran diversidad cultural del país y sobretodo, las desigualdades regionales. A todo esto, es indispensable combatir a fondo la pobreza, mejorar la distribución del ingreso, crear empleos y tener como prioritario, la integración de una activa política social. El Estado debe de ocuparse de la vida de las personas, la salud, la educación, la seguridad, el medio ambiente.
Mucho daño hizo el régimen de corte neoliberal; privatizaciones, creencia de las reglas del mercado, renuncia de un Estado benefactor y el manejo de la pobreza como la mayor rentabilidad política.
En esos años, el Estado mexicano no encontró los caminos correctos para un proyecto de nación incluyente y participativo. La ausencia de respuestas claras a las preguntas del mexicano justifica su indignación y la náusea hacia los modelos neoliberales. Este nuevo gobierno presume que va actuar diferente… al tiempo.
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